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domingo, 25 de marzo de 2012

ME DUELE EXTREMADURA...

Me duele mi tierra, me duele mi gente;
yo soy una gota de un rojo reguero
de sangre extremeña que emigra doliente
y sufre en silencio su sino severo.

Su sangre más joven se seca en la ausencia
sin savias natales ni tiernas raíces
y, en sitios extraños, su lacia existencia
se tiñe con tonos de oscuros matices.

Me duele su anemia de siglos de atraso
que empaña a sus hijos de gris pesimismo;
impide al progreso su rápido paso
e impone posturas de fiel servilismo.

Con hábiles manos y fértiles mentes,
sus hijos rezuman sudor, beneficio…
para otros lugares y, en esos ambientes,
florece el progreso con su sacrificio.

Me duelen sus pueblos poblados de canas,
de ancianos que rumian rotundas razones
y sorben su vida despacio, sin ganas,
cansados de amargas y pardas lecciones.

De ancianas que visten de luto su drama
y esperan muy solas…, bordando manteles
que sople la muerte y apague su llama
y arrastre sus restos cual viejos papeles.

Me duelen sus calles y plazas desiertas
que inunda un silencio sombrío y profundo
y el viento las corre llamando a sus puertas
y pide limosna como un vagabundo.

Sus casas cerradas sin luz ni latido
de vida que alegre sus tristes entrañas
con gris vestimenta las cubre el olvido,
con telas que tejen gusanos y arañas.

Me duelen sus campos sedientos y yermos
que algunos condenan a cotos de caza;
se erizan de pastos viciosos y enfermos
y niegan su fruto como una amenaza.

No cantan gañanes ni balan rebaños
ni rugen con rabia ruidosos tractores;
ya no hay sementeras desde muchos años;
¡son campos de tiro… de algunos señores!

Da miedo este campo tan solo, tan serio
que cubren matojos tal verde mortaja
y ofrece el aspecto de un gran cementerio
con restos de un pueblo que no lo trabaja.

Me duele esa gente sin luz ni cultura
que suda apatías , desprecio, pereza
y vive de espaldas con terca postura,
desierta de ideas su estéril cabeza.

Y juega a quinielas su pobre esperanza
y abrasa sus penas con vasos de vino;
un falso optimismo que da confianza
le anima que siga su oscuro camino.

Me duelen los seres que son incapaces
de ver que el consumo es falso consuelo
que adorna fealdades con bellos disfraces
de un triste progreso muy corto de vuelo.

Sin luz en su alma por necia ceguera,
caminan sin rumbo, a ciegas, de noche,
voraz su apetito no admite frontera
porque es insaciable su sed de derroche.

Me duele muy hondo la peste del paro
que pudre a los pobres su parca esperanza;
la injusta justicia protege al avaro
e inclina a su lado la terca balanza;

parados que esperan un  pan gratuito,
un sueldo-mendrugo que apague sus penas
y tape su boca y ahogue su grito
y alivie la rabia que va por sus venas.

Me duele en el alma la ingrata distancia
que a duro destierro condena mi vida;
soporto esta ausencia con triste arrogancia
y visto de luto mi voz dolorida.

La voz dolorida, directa, primaria
que presto a mi pueblo sufrido y sencillo
y quiero que siempre le sea solidaria
y siga sus pasos cual fiel lazarillo.

Me duelen mis padres, que están bajo tierra,
durmiendo su sueño de paz y de gloria;
me sangra el recuerdo y aún no se cierra
la herida que riega su grata memoria.

Su vivo recuerdo va siempre conmigo,
lo llevo archivado detrás de mi frente,
suaviza mis penas igual que un amigo
y siempre en mi ausencia se encuentra presente.

Me duele mi tierra sumisa y sangrante;
yo soy una gota de un trágico chorro,
mi verso es un grito de alerta constante
que , a voces, reclama ¡ justicia!, ¡socorro!…

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